sábado, 10 de octubre de 2020

Vinos Con Ángel, (no los de la publicidad).

Vinos de pura madre, digo sangre.

Ayer al mediodía descorché para catar, los tres Pura Sangre de la bodega Domaine Saint Diego, Maipu, Mendoza, Argentina.

La cata la resumo en poco más de 10 minutos en el siguiente video de mi canal de YouTube.  https://youtu.be/utNas47xals

https://youtu.be/utNas47xals

Escribo esta nota un día más tarde, porque me asombra, gratamente, que luego de 24 horas, ambos están impecables, increíbles, aún mejores, sin “aristas” como decíamos hace  20 años, sin defecto alguno, sin “brett” (esa falsa sensación de complejidad dada muchas veces por defectos sutilmente evidentes), sin vestigio alguno de oxidación, sin perder un gramo de fuerza, todos indicios de un cuidadoso trabajo en bodega y desde el viñedo, uva y vinificación cuidada minuciosamente, algo normal en los vinos de alta gama del mundo, no tanto en Argentina, mucho menos usual de manera constante año a año durante décadas. Quiero decir, se dan casos de vinos sobresalientes, en Mendoza particularmente, pero cuando esto sucede, al año siguiente o al tiempo, o ese vino sube el precio de manera ridícula, o baja la calidad.

Los fui disfrutando en tres comidas, mediodía, noche y otra vez mediodía. Intentaré dejar algo para una cuarta comida y degustación. Pero es vasta prueba que estos vinos se hicieron con la seriedad con que se hacen los buenos vinos del mundo, como los de primer nivel de California, Burdeos o Chile. Me alegra encontrar estos vinos en Argentina, no es común que un proyecto de más de 30 años se mantenga con la misma seriedad de manera constante, pareja. Es común, insisto, ver como cuando se logra un gran vino en Argentina, o este aumenta su precio más de lo esperado, o se crean líneas superiores, confundiendo al consumidor o engañándolo, o directamente se vinifica con otras uvas para producir más a menor costo.

Ángel no creó un sin fin de líneas. Mantuvo la de siempre, con el mismo estilo corte y calidad. Y debajo, creo una línea totalmente diferente, Paradigma.

Pura sangre está igual, impecable como siempre, eso es respeto al consumidor, no conozco un solo colega o consumidor que tenga algo malo para decir sobre el Pura Sangre clásico.

Hace algunos años, se agregó un hermano mayor, “Nueve Lunas, que tiene un nombre que me recuerda a la buena cumbia, me gusta también por eso.

Me gustan mucho los pura sangre. Un ejemplo de calidad inalterable en décadas, pocas veces visto en Argentina.

 

Mi Ranking en orden de mayor a menor, según mi gusto, claro.

Los espumosos, es sabido entre mis seguidores que no me agrada el espumante argentino, en realidad, amo el Champagne, y adoro, respeto mucho todo el mundo del Cava español, y los de Inglaterra. Luego en todos los países puedo rescatar un par, literal, de buenos espumosos, como Ferrari en Italia, Domine de L´Arbol en Uruguay, y Eclat corte clásico, no los otros dos, en Argentina. Alguno de Brasil, y no mucho más, ni en Chile, EEUU, Alemania, Austria, etc.


Aclarado este tema, probé el Paradigma, un espumoso de uva Patricia, (algún Moscatel cruzado con una uva común), está muy bien para quien espera burbujas híper bebibles, pero no me da placer, y hasta lo encontré algo oxidado para haber salido recientemente de la bodega.


Luego el rosado, un blanc de noir de Malbec, muy bien logrado, a la altura de los mejores espumosos rosados secos (Nature) argentinos, esto es un mérito por la cantidad que hay, un montón, pero no por mucho más que este detalle.

 


Y el ya clásico, Pura Sangre Brut Xero. Un distinto, sin defecto, cumplidor, para tener siempre en cuenta.


 



Paradigma Tinto. Un vino de corte, por lo tanto un distinto en el mercado argentino, particular, recomendable por esto, con notas balsámicas de seductora reducción, probablemente  por la estiba en botella, que le queda muy bien.



Mis dos amores, (de turno)  mis favoritos:

Pura Sangre, en este caso el 2014,  base Malbec con algo de cabernet. Integrados a la perfección, con fuerza de principio a fin, nunca decae, recordemos que pasaron 30 horas entre mi primera copa y la última, habla de la sanidad de la uva y el trato en bodega, para beber ahora o guardar y seguirlo. Un clásico, intacto, muy interesante.

 


Y el Pura Sangre Nueve Lunas 2017, mismo corte, con paso por madera nueva, no me interesa ni que madera ni el tiempo, me interesa más el trato, que se note armonía, cuidado, intensidad, complejidad y duración en boca, eso es lo que espero cuando lo pago, es un vino que cotiza en dólares, y lo vale.

DiVinos estos dos. Los recomiendo, y les deseo larga vida, cumpliendo lo que prometen, lo que los consumidores nos merecemos.

 

Espero opinar lo mismo dentro de varios años, como pienso y opiné  hoy o lo hacía hace 15 años atrás, cuando conocí este proyecto. Buena relación precio calidad mantenida en el tiempo durante décadas. Algo muy difícil de encontrar en Argentina, excusas sobran, buenos ejemplos, faltan.


SB

lunes, 24 de agosto de 2020

Los vinos elaborados “por y para” argentinos. ¿Son una estafa?

 Los vinos elaborados “por y para” argentinos 

¿Son una estafa?

Estos vinos, se multiplicaron en los últimos 15 años, apareciendo y desapareciendo según su éxito y conveniencia. Si bien, es una antigua práctica, que funciona bien en los países europeos, en Argentina, en este caso, en la relación empresario, consumidor, solo gana el primero. Dando lugar al engaño, este es mi punto de vista.

La idea, como decía, es antigua, existe la figura de un negociante, este busca una partida de vinos de interesante relación precio calidad, crea una marca nueva y lo vende como propio. Esto es legal, y con distintas figuras, como negociante de uvas, de vinos, en cooperativa, etc., se da mucho en el viejo mundo, para vinos de bajo precio, y buena calidad relativa.

Pero en Argentina, país más esnob que cultural en el consumo de vinos, proliferaron etiquetas, con modernas y llamativas etiquetas, con la firma del enólogo estrella de turno, como garantía de venta y supuesta confianza consumidor producto. Pero Argentina, es Argentina, todo cambia muy rápido, no solo de año a año, en un día te cambia el panorama en este país. Y la influencia del clima es mínima respecto a otros países, hasta del mismo continente. La amenaza constante aquí es el hombre, el empresario y su único objetivo, ganar dinero a cualquier costo, total, muchas opciones no va a tener el consumidor, no hay ni habrá importados, y en el único mercado, el local, se creó una grieta donde se hace creer que lo que se hace a nivel masivo, por grandes bodegas, no es una garantía de calidad, la calidad está en las pequeñas producciones de estos enólogos estrellas con sus proyectos propios o en alianza con un viticultor o algún empresario golondrina. LA verdad, mi verdad, es que los bodegueros establecidos, los 10 grandes de toda la vida, no son malos, son buenos, pero también son argentinos, y si los endiosamos, también ellos van a optimizar sus ganancias, creando cada vez más líneas, por arriba y por debajo de las establecidas, cambiando proveedores de uvas, y dejando las más sanas y de bajo rendimiento a las líneas superiores y de exportación, y el resto a las líneas más populares del mercado local, Eso depende de nosotros como consumidores, en castigarlos con la no compra y premiarlos con la misma herramienta cuando corresponda. ¿Cómo darse cuenta cuando un vino ya no es el mismo? Leyendo la contraetiqueta, si fue un año normal y el alcohol bajo medio grado, algo raro hay. Si al beberlo no da el mismo placer, eso no debería pasar en un clima tan estable como el nuestro. Confiar más en lo que bebemos que en lo que bebimos. Abrir los ojos cada año, ante las nuevas cosechas.

No endiosemos nunca, menos públicamente, a un bodeguero, ni a un enólogo, menos a un enólogo bodeguero.

Un enólogo puede ser brillante en conocimientos, pero al momento de vender su vino, al menos en Argentina, muchas veces veo como destacan el nombre y el curriculum de estos enólogos en sus etiquetas, y al ver, elaborado por xxx (un numero) para (el enólogo). Pienso, como negocio la uva, como y desde donde a donde, la traslado, a quien se la dejo, como y donde la vinificaron, ya que la bodega es contratada, como repartieron los márgenes de ganancia, y posicionamiento final del vino por precio. Y luego, lo peor, como me aseguro que el proceso al año siguiente, sea similar, con todos los cambios como variables de fuerte influencia sobre la calidad de un producto en argentina.

Es decir, estoy seguro, que cuando una bodega, grande, establecida, con espalda financiera, quiere hacer un gran vino, es decir usar todos los recursos disponibles para lograrlo, contando con sus modernas bodegas, sus mejores tierras, uvas, y enólogos, es muchísimo más probable que logre ser más competitivo y confiable, que un buen enólogo, asociado con un empresario, contratando viticultores y bodegas. En este caso es muy probable que si logra un vino atractivo, por personalidad, etc., lo venda a un precio mucho más caro que si lo lograría un bodeguero establecido, y es menos probable que se mantenga la calidad año a año, por obvias razones. Porque en Argentina todo cambia, se encarece, y desde el consumidor, al ser un rehén cultural, va a seguir consumiendo y defendiendo a su enólogo de culto. Para mí un círculo vicioso muy peligroso, culturalmente hablando, y una farsa, un circo, una mentira. Con un claro perdedor, el consumidor de vinos que busca la mejor relación precio calidad.

Atención, las grandes bodegas, también engañan.


Pero eso sí, legalmente se cuidan, como decía, el objetivo en Argentina es ganar dinero, a cualquier costo. En otros países esto no sucede, ya que se hacen los vinos con más respeto al público, quizás porque este sea más exigente, o porque hacen los vinos para “siempre” no esto típico argentino de tener una marca 50 años, como por ejemplo Don David, y en pocos años crear un montón de líneas nuevas, para arriba y para abajo, mareando al consumidor, cambiándole la uva que este bebía, y en este caso, como muestro en las fotos, cambiando directamente el terroir, un vino que fue el símbolo de calidad de los vinos salteños, en las ultimas cosechas, observo que le sacaron toda palabra que haga referencia a Salta o los valles calchaquíes, pero si mantenían el marketing, en los medios y en web oficial, con esta promesa de ser el legítimo sabor único de esta zona. Pero al parecer, el vino está elaborado y envasado en... ¡Mendoza! 





Posiblemente, esto supongo yo, ya que son muy cerrados a brindar información, el plan sea crear otra bodega en Mendoza, ya que es más rentable hacer ciertos vinos en esta ciudad, por cuestión de logística. Pero así como está, esta última partida, para mí, es un engaño al consumidor.















Uno más, de los empresarios argentinos. ¿De todos? No, de los típicos. Reitero, la culpa no es de ellos, es de los consumidores, que no son libres, que no piensan, y mientras sigan endiosando enólogos y bodegueros, estos seguirán abusando de ellos. Ya que no hay delito alguno en esto, pero se pierde en cultura, y se pierde mucho.

Sebastián Bossi


domingo, 9 de agosto de 2020

Al pan, pan, y al vino, vino

 

Al pan, pan, y al vino, vino

La tentadora “herramienta”, tan palermitana, de crear nombres esnobs para aumentar ventas y justificar sobreprecios.

Se me ocurrió escribir este breve artículo para aclarar mi posición sobre ciertos temas en este mundo del vino, donde lo único verdaderamente legítimo y noble es el mismo vino.  

Ayer veía como dos de mis colegas, amigos además, discutían en el tema de si los “vinos naranja” argentinos están bien logrados o no. Cada uno, de un lado de la grieta, como corresponde en este país.

No es noticia decir que los vinos naranjas no existen, son vinos blancos elaborados en contacto prolongado con su hollejo o piel. Pero como estos, hoy, se destacan de la normalidad, los vendedores del vino aprovechan para crear un segmento y así llamar la atención. Esto creo, no es bueno para la cultura del vino, ya que hace que los productores, se vean tentado en hacer algo forzado y no tomado como un recurso, una técnica, complemento, para mejorar sus vinos.

Por ejemplo, el torrontés, de los 70, como el Don David de esas décadas y así fue hasta los noventa, se vinificaba como un vino “naranja” pero porque para ellos era así como lograban el mejor torrontés, y no iba a un sector especial de la carta, era un blanco, quizás el mejor de esos años, pero era lo que es, vino blanco.

Y es así como aparecen los “naranjas paracaidistas”, ya en un apartado de las cartas, el consumidor esnob feliz, yo lo veo como una amenaza a la noble cultura del vino.

Más elitismo, más esnobismo, menos cultura.

Por un camino similar, desde mucho antes, siglo 20, están los “Vinos Naturales”.

SI bien, son una alternativa más noble, en el sentido estricto que no hay mucho lugar para la mentira de lo que se ofrece, si es natural, será natural. Ok. ¿Y?

Lo que pienso, siempre pensé lo mismo, en este largo recorrido como consumidor, tratando de ser inteligente y no permeable a tendencias de marketing vacío, aclaro que para mí el mkt es una herramienta muy valiosa de comunicación y venta, pero es un arma peligrosa si la usa un empresario sin ética. Pienso que lo importante primero es hacer un buen vino,  utilizando todos los recursos disponibles posibles de la mano del bodeguero, y una vez logrado ese vino, se ve cuanto puede llegar a pagar el consumidor por él, o en que segmentos de precios compite.  Y no como es muy común hoy, a partir de lo que busca el consumidor, diseñarle el vino, ya que este último camino es forzado, y a la naturaleza, no se la puede forzar, ya que de hacerlo, se nota.

Hoy nos encontramos con bodegueros que buscan ser cada vez más naturales en todas sus etapas, desde la uva hasta la botella, pero porque saben que el mundo va en ese camino, ya que no habrá muchas más alternativas. Pero algunos ven esto como una oportunidad de comunicarlo para diferenciarse del resto, y a otros, como ya están establecidos, tienen temor a explicárselo a sus consumidores por miedo a que los abandonen.

Repito, insisto, está buenísimo que el vino sea cada vez más natural, en todas sus etapas, cultivo, cosecha, vinificación, embotellado y etiquetado. Pero sospecho si me lo ofrecen por natural y no por bueno. Era como hace 15 o 20 años atrás, las etiquetas desbordaban de los premios que podian merecer o negociar cada bodega con sus vinos, y te lo ofrecian de esa manera, “este vino obtuvo la medalla de...” incomprobable e insignificante. El consumidor inteligente gano. Hoy los vinos naturales tienen su mercado, pero es una elite, y hay mucho aroma esnob sumado. Un combo peligroso.

Reconozco que es recurso para diferenciarse de un mercado muchas veces monopólico, asfixiante para el pequeño productor o bodeguero, pero es un arma de doble filo, y el consumidor debe saber manejarla.

En Champagne, Francia, el mercado de clásicos en enorme, con más de 100 etiquetas clásicas muy establecidas, y al productor alternativo, no le queda otra que ir por la vitivinicultura orgánica y artesanal al extremo, pero por suerte no abusa de ese marketing, lo emplea con ética y discreción, como una garantía para el consumidor, no como su única virtud.

Es todo. Simplemente necesitaba decirlo, no le tengamos miedo a lo masivo, a lo industrial, ni endiosemos lo artesanal, ni las partidas limitadas. Consumamos inteligentemente, investigando por nuestra cuenta, escuchemos a los bodegueros, pero sepamos decodificar lo que nos dicen, están en su ley en tratar de vendernos todo, pero no nos bebamos todo el verso.

Brindo por los buenos vinos, a precios competitivos. Si luego son de un color u otro, lo importante es que estén elaborados con los mejores recursos disponibles, y si son ¿naturales o biodinámicos? Pues bienvenido sea. Pero que no sea un argumento de venta, o la única virtud, pues eso sería un engaño.

Sebastián Bossi

viernes, 7 de agosto de 2020

Vinos populares argentinos 2020

 Vinos populares argentinos 2020

Vivir y seguir bebiendo en tiempos de post pandemia, al menos en post de los primeros 150 días.

Puedo renunciar a no reunirme más con alguien, a dejar de trabajar y comer fideos, polenta y arroz de 70 pesos el kilo toda mi vida. Pero no podría dejar de beber vino con las comidas, al menos el almuerzo y la cena diaria.

Cuando comenzó todo esto, a los que nos gusta beber, estaba la gran excusa de San Patricio,  17 de marzo, ese día nos dimos cuenta que el tema de las reuniones, debía espera, indefinidamente. Pero los bebedores responsables, me refiero a los que hacemos los deberes, teníamos varias cajas de vino, entre otras bebidas, guardadas ya preparados para el fin del mundo, desde chiquitos pensamos así. Pero, podíamos imaginar hasta el fin del mundo, una guerra nuclear, un tsunami o dos, uno del atlántico y otro desde el pacifico que supere la cordillera, pero nunca nos podríamos haber imaginado tener que estar 150 días encerrados. ¡Y por ley!

Esto hizo que, hasta los más precavidos, nos quedemos secos, en todo sentido.

Recuerdo a los 100 días, era de las primeras veces que salía, y me recorría los supermercados chinos de cercanía, buscando algún precio tentador, atrasado, o en oferta, etc. No encontré mucho, tenía que gastar mínimo 300 pesos, y el vino en la mayoría de los casos me terminaba sabiendo, caro. Es decir, esperaba más por el esfuerzo de liberar de mi bolsillo, ese dinero.

Pero este agosto, descubrí o redescubrí, los buenos vinos populares argentinos.

Aclaro que en los 80s, tomaba, y bastante, para no desentonar con la época, vino de litro y para eventos, asados, etc., damajuanas, tanto blanco como tinto. Las marcas eran Resero, Termidor, básicamente, Y Parrales de chilecito las damajuanas. Nací en 1970, comencé a beber, en 1985.

En los 90, también adaptado a las épocas,  bebía casi todo el tiempo, espumantes.  Y desde el 2000, si bien no volví a beber vinos populares, una vez al año, compraba varios litros y los probaba para entender la diferencia con lo que iba apareciendo.

Desde siempre, el destacado fue Vino Toro. Por la calidad, en el sentido que siempre uno encuentra lo que espera, lo que bebió siempre en esa etiqueta. Y siempre me sorprendió la sanidad de la uva, uva en buen estado, ni verde ni muy madura, fresca, bien cuidada, y sin mucho corrector evidente sulfuroso excesivo como conservante en varias etapas.

Hoy, agosto del 2020, el precio retail de una botella de Toro de 750cm3 es de 60 pesos. Y con descuentos se puede llegar a pagar 35 pesos. Unos $ 0.35 dólares.


¿Cuál es el secreto para comprar bien? Para mí, el siguiente:

Ir a un supermercado donde se venda mucho vino, así nos aseguramos que este tipo de vinos, que son de consumo en el año, es decir, se cosecha en marzo, lo ideal es consumirlo desde junio de ese año, a junio del siguiente cuando esté disponible la nueva cosecha.

Pero eso no es suficiente, en estos vinos, como en muchos otros, se embotella por partidas, y estas, suelen variar muchísimo, ya que al vinificar tantos millones de litros, la uva suele ser de diferentes proveedores. Es decir, misma vinificación, mismo estilo, pero si la uva cambio, puede haber hasta 1.5 grados de alcohol de diferencia. Y eso, es un montos, así que a fijarse en cada botella, el alcohol declarado, y que este no se inferior a 13. Los vinos baratos, y no tan atractivos, suelen tener alcohol de 12.5 en nuestro país. En Toro Lacrado, por ejemplo, el alcohol supera los 13.5. Y en Toro blanco, los ¡14! 


LA verdad, me detengo unas líneas en este vino, los invito a que vayan al súper más cercano, y compren una botella de vidrio de Toro blanco de ¾, que declare 14,2 de alcohol. Es un vino realmente importante, y está a solo 60 pesos menos los descuentos del día. Para mí la uva de esta partida es sauvignon blanc. Me recuerda a Los Haroldos S.B. Pero 5 veces mas economico. Final levemete amoscatelado, muy agradable. No creo sea ugni blanc ni chenin, nisemillon, etc.



El Toro Rosado, casi una contradicción, rosado afeminado, delicado, y Toro, rojo, macho. Pero más allá del contra marketing, hoy me asome a la góndola, mejor dicho, me agache, ya que estas líneas se ofrecen desde el piso, y le hice caso a mi amigo y colega Roberto Colmenarejo, que me recomendó el rosado, me fijo y en dos botellas el alcohol variaba de 12.8 a 14, otra vez, increíble. Compre el de 14, hoy descorche todo, y lo probé, está muy bien, igualmente si comparamos lo que nos ofrece el Toro blanco, es enorme la diferencia. O será que al rosado argentino nunca lo termine de entender y por lo tanto de disfrutar.


Volviendo al Toro Tinto, hoy encontré que el que me había gustado, muchísimo, el Toro Lacrado, estaba agotado, así que compré para probar, el Toro Bonarda Syrah, en botella de 1.125 Litro… La verdad, no pude terminar la botella, ya no hay equilibrio, se dispara la acidez, no es agradable beberlo. Tambien compre un Resero, hoy de la misma cooperativa, y esta ok, cumplidor y bebible, pero de todos me quedo con el Lacrado, esta increíble, como debe ser, para mi este segmento, vinos simples, pero correctos, sin azúcar residual, sin acidez no deseada, firmes, es decir con buen alcohol, no débiles. Etc.

Salgo de este segmento popular, y me meto en el de la clase media, en lo que queda de ella, respecto a este segmento nunca entendí a esos vendedores de vino que dicen en sus presentaciones, “este vino es para todos los días” y sale lo que sería hoy, ¡400 pesos! En fin. Este es mi hallazgo, mi recomendación.

Aclaro que esta nota, es totalmente desinteresada y no es atemporal, es decir, en este país, los vinos que uno recomiendan hoy, el productor los puede cambiar en la siguiente partida, por x motivos, casi todos referentes a los recursos y estrategias económicas locales, en contra siempre del bolsillo del consumidor. Pero ojo, esto será poco ético, pero es legal, la culpa es del consumidor, que no sabe defenderse, y tiene con qué, pero no lo hace, y el empresario, avanza.

Tiempos de Hot Sale

De las pocas cosas hot que pudimos disfrutar este invierno 2020.

Curioso, en argentina, como ya sabemos, en artículos como ropa, electrodomésticos, y hasta en alimentos, te aumentan un 30% y luego te dicen que te descuentan un 40%, un engaño total, y esto, desde este año, si, es ilegal. Pero por suerte, en bebidas no lo note.

Un día, me llega un mensaje de mi papa, gran consumidor de vinos en las comidas, de todos los días, y en las dos comidas, que me pide que vea la web de la Bodega Bianchi, que ofrecían un 50% de descuento, y envío gratis.

Me asome, y la verdad que era muy tentador, había vinos desde 100 pesos, es decir 200 menos el 50%.

Y le compre, varias cajas. Y el como agradecimiento me envío 3 botellas a mi casa.  Fiel a mi estilo y mi sed, duraron 3 días. Y este es mi comentario.

Aclaro que el comentario es para las cosechas nuevas, las anteriores no me gustaron tanto, por eso repito, fijarse el año de  cada etiqueta y en lo posible el sello del INV donde figura la partida y el contenido alcohólico.

Comienzo por el que no me gustó tanto, o me gusto poco. Un vino que sabemos es el nuevo proyecto de Bianchi, ya no en San Rafael sino en Valle de Uco, como marca la moda de los últimos 10 años, donde hace 20 primero algunas bodegas muy importantes se establecieron directamente ahí, a más de 100 kilómetros de la capital mendocina, asumiendo el riesgo pero confiando en la teoría que  con más altura lograría mejores vinos en en clima desértico como el de la zona. Recuerdo haber visitado bastante Valle de Uco entre 2001 y 2004 y se hablaba mucho de buen potencial de vinos, pero no tanto del buen potencial del malbec. Hoy todo es malbec en Uco. Bueno, sí, pero muy parecido, y a mí, si no se mezcla, con otras variedades y /o zonas, me aburre bastante.

El caso del Mil Piedras, es un vino de unos 450 pesos, retail, y con esta promo quedaba en algo más de 200, bien. Es un vino que volvería a comprar, pero no pagaría más de 250 pesos. Ese es el L


Vamos a lo que me gusto, y mucho.

Antes, nombro el  único blanco que probé en esta compra. De San Rafael, el chardonnay 2020, un clásico de los Bianchi, me recuerda a la línea que lanzaron en 2002, en Argentina, creo era de exportación, Bianchi DOC, una línea simple, sin madera, pero destacando y logrando aromas frutales muy seductores. Precio retail 220, 110 en promo. Genial.

Y lo mejor, lo que seguiré buscando, comprando y disfrutando hasta que esta partida se termine, no creo vuelvan a embotellar un vino tan atractivo a este precio.

Bianchi Malbec San Rafael 2020.

Grata sorpresa. “Me vino bien el vino me vino...tenía sed, es eterna, si, y no tenía vino”. Aclaremos este detalle, mis sentidos estaban muy ávidos. Abrí este malbec 2020. Retail 240 pesos, pero con descuentos y esas cosas que llevan al precio real de mercado, quedó en 120. Lo pruebo... impecable, vista, nariz, sabor, dejo, etc. Fruta plena, mermelada fresca, sabrosa, simple y armoniosa. Pero lo raro, para ser el más accesible de la bodega, intenso. Miro el alcohol, 14.6. Muy extraño para ese precio. Me encantó. También probé el Cabernet 2020, 14.5% de alcohol, me gusto, si.


Yo ya tengo mi caja de blanco Toro, por 38 pesos la botella, aprovechen el 40% de descuento de Coto. Y algo conseguí del Bianchi Malbec 2020. Recomiendo entren a la página de la bodega, el envío es sin cargo.

Me gusto esta pequeña historia de post pandemia, primeros 150 días, y quería compartirla.

Sebastián Bossi

*Si me leyeron hasta acá... Les recomiendo, lean mi libro, La Vida Bien Bebida (2019). Aún disponible en librerías Yenny, www.tematika.com o por privado envíos sin cargo en CABA (Palermo, Villa Crespo, Belgrano, Devoto) pedidos a mi correo. jsbossi@yahoo.com o https://www.instagram.com/sebastianjbossi/ 

Recomiendo mi canal de YouTube. https://www.youtube.com/user/MrSebastianbossi

jueves, 27 de febrero de 2020

La Cultura alcohólica argentina 2020


Argentina 2020, entre “ginverguenzas” y “pinotchos” como esta nuestra cultura alcohólica actualmente.

La Argentina aprendió a beber en los 90. El primer avance fue de los vinos, gracias a los créditos y la estabilidad de los 90, no todo fue malo en esos años, nuestros vinos llegaron al tope de la calidad mundial, y luego, con la devaluación del 2001 se volvieron competitivos. La cerveza demoro 10 años mas, pero en los últimos 10 años ya tenemos la máxima calidad mundial en estándar de producción, gracias al conocimiento y a la inversión tecnológica que antes, en pequeña escala, no se veía, (ni se sentía).

La contra, hoy, 2020, sigue siendo la inestabilidad económica.  Una cultura alcohólica, para desarrollarse, necesita del conocimiento de los productos del mundo, para poder exigirle al productor local, y que este no se abuse de la ignorancia de mercado.
Más allá de estos vaivenes constantes en la política y la economía, las contras que tenemos los argentinos, para poder desarrollar una cultura alcohólica rica e interesante, desde mi punto de vista, son las siguientes.

Por lo menos, así lo veo (y bebo) yo.

VERMUT
El Vermut, la categoría más fuerte de los argentinos, mantiene la misma mediocridad de siempre. No son malos, pero no son excelentes, son mediocres. Y el problema es que el consumidor no tiene opción.  Cinzano lo intento hace algunos años, elaborando un producto nacional con mejor materia prima pero el mercado le dio la espalda, por falta de cultura, claro ejemplo. Luego se importó, misma marca desde Italia, pero duro poco, no sé bien porque, y no se volvió a importar. Una verdadera pena, ya que sin buen vermut no hay buenos tragos. Y los productores artesanales, no me convence ninguno. Otra de las cosas que no entiendo es por qué no crean un envase pequeño, de no más de 1/3 litro, del vermut dry. Que como sabemos, es el que menos se usa en cada trago, y el que las se estropea con el oxígeno. 

Vinos Espumosos y Sidra!
Creo que es otro problema sin solución, peor aún, ya que en este caso, si el consumidor, algún día, aprende a valorar y beber un gran champagne, el productor, local, no lo podría elaborar, por el clima. Es decir, nosotros tomamos mucha sidra, y muy mala, pero si un día el consumidor pide calidad, se puede perfectamente hacer la mejor sidra del mundo en Argentina. Las sidras que se fueron logrando, de máxima calidad, en Rio Negro, son muy costosas, no sé si de producir, si de comercializar, y si la sidra no rota, no se consume, no sirve culturalmente.

Pero con el espumoso, sin un clima único como el de Champagne, nunca se podrá lograr la magia, el equilibrio del mismo.

Hasta el 2000 el rey fue Chandon Argentina, con productos de muy alta calidad, mucha inversión bien entendida. Luego, no sé qué paso entre el 2000 y el 2005, años en los que fueron relegados a un segundo plano por la fuerte competencia y por, probablemente, errores propios. En esos años apareció Nieto Senetiner (mantuvo la calidad solo los primeros años), La Linda de Luigi Bosca, y la gente se animó a poner otras etiquetas en sus mesas. Desde el 2010 para acá, Chandon y BB volvió a ser el gigante de calidad de siempre, BB rose es uno de mis espumosos favoritos. Y los defiendo siempre, ya que considero muy injusto al público, que solo por ser una marca popular, en Argentina, es un pecado. De ser lo más, podes pasar a ser grasa, es un concepto esnob tan estúpido como inútil. Le paso al vermut en los 80, era grasa, y en este siglo es lo mas.

El esnobismo no  es solo un freno cultural, es también un retroceso.

Luego surgió, hablando de esnobismo, la bodega Rosell Boher y Cruzat, y el público lo asocio a lo mejor, solo porque dicen que es lo mejor, y porque tiene la imagen que se ajusta al tilingo medio argentino.  Es decir, fue un éxito.
Cada tanto lo intento, compro una botella, de esas costosas, que prometen, no se que prometen, y no las puedo beber, bebo una copa o dos, pero me es imposible seguir bebiendo, se imaginan a quien escribe, dejar de beber algo? Es decir, es increíble. Me enoja mucho.

Hoy todo está más o menos igual, sin muchas novedades. En mi opinión, no recomiendo esta categoría si se busca placer. Prefiero tomar un vino tranquilo si no puedo pagarme un champagne.

A todos los encuentro chatos, sin frescura, o acidez vibrante, que levante, no que se caiga y aburra. En el único que encuentro el estilo champagne bien entendido, es Eclat, pero el más básico de su línea de tres. Se ve que cuando quieren acomplejar lo simple, lo arruinan. Igualmente, en todos los casos, las burbujas duran solo unos minutos, no más de media hora en armonía. Y en un típico champagne, abierto, pueden mantenerse por 24hs con un simple tapón.

No se enojen, pero lo tengo que decir, un Champagne me alegra el día, la vida, pero cuando pruebo un espumoso argentino, en general, si, la decepción es tan grande, que me arruina el momento, y solo salgo de ese mal momento, expresándolo.

Vinos blancos
Los vinos blancos en argentina no son lo que podrían ser, es decir, no hay oferta, creo porque no les conviene crear la demanda, es más fácil hacer y vender tintos, y el consumidor argentino, al ser bastante ignorante, es muy manejable por el mercado, que los mantiene lo más esnobs posible.

Recuerdo cuando vendía vinos en los salones, en los restaurantes, etc., y los vendedores de las bodegas, por ejemplo de Luigi Bosca, me recomendaban que no ofrezca tanto blanco, año 2005. Hoy es casi imposible salir a comprar un buen blanco. Hay algunas etiquetas, pero no se consiguen normalmente. Las únicas variedades que están en las góndolas son Sauvignon blanc, ok, y lo que si se popularizo final y formalmente fue el torrontes. Reitero, el mercado quiere, y necesita, para comer mejor y más placenteramente, buenos blancos. Tenemos que exigirlo!

Vinos Tintos
En tintos argentinos, estamos bien, salvo mi enemigo, el Pinotcho noir argento, por lo forzado, o tirado de los pelos, o de las pieles, pero estamos muy bien de malbec, el mejor del mundo? Sí, pero ya cansa, agarrar una carta de vinos y parecen clonadas. Merlot? Desapareció. Quedan buenos cabernets y algún blend. Pero en variedades, vamos para atrás.
Por suerte Salta, y Jujuy, mi terroir argentino favorito no para de crecer. Ojala el esnobismo no llegue nunca tan alto.

Me animo a afirmar, que Argentina tiene las peores cartas de vino del mundo. Buenos vinos, pero no hay variedad, todas ofrecen lo mismo. 

Cervezas
Como decía, Argentina fue un desierto en este tema, desde lo gourmet, hasta el 2000, desde finales de los 90 se asomaron las cervezas artesanales, las Ales, y desde hace 5 años, desde 2015, ya es normal encontrar la máxima calidad en pequeñas fábricas de todo el país. Por ejemplo Okcidenta en Santa Fe, varias empresas en San Luis, en provincia de BA un montón (el problema es la distribución y el precio, siempre al límite de lo competitivo, en todos los casos).

Gins
La bebida argentina de estos años, aun hoy, 2020, siguen apareciendo fábricas, el que abrió el mercado fue Apóstoles, hace casi 10 años, pero en los últimos 5 años aparecieron gins, yo les digo ginverguenzas.. De toda la argentina. De entre ríos, de Mendoza, de BA, de CABA, del sur, etc. Salvo un par, literal, al resto no los puedo ni tragar, y cuando me dicen el precio, me confirma lo incompetentes que somos. Pero ojo, están bajando sus precios, y mejorando la calidad en la mayoría. Un ejemplo es Arlequín GIN, de precio accesible, en su primera partida era intomable, lo charle con su dueño, me acepto la crítica, no se enojó, por el contrario, lo mejor, mejoro el alcohol base y el enebro, es decir, lo fundamental. Hoy esta súper recomendable.  Bien. A seguir probando.

Salud, nos vemos la próxima, más adelante, sigamos pidiéndole a los productores la máxima calidad al mejor precio, ellos lo pueden hacer, y nosotros, con el esfuerzo que hacemos al pagar cada botella, nos lo merecemos.


Sebastian Bossi (Autor del libro, La Vida Bien Bebida, 2019)




miércoles, 29 de enero de 2020

Presentación de mí libro en en Salón del vino Enjoy

El pasado fin de semana se realizó la 18 edición del salón del vino Enjoy, en Punta del Este.
Una feria de vinos dónde el público además de beber y comer, se dio tiempo para la lectura, gracias a todo @vinosdelmundo_uy por permitirme este espacio y así poder acercar mí libro, La Vida Bien Bebida, a todos. 💙🍾🙌



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