La industria argentina mata cultura alcohólica
En realidad, mata
disfrute, por quitarle al consumidor, al menos en el caso cervecero, la posibilidad de adquirir las cervezas
originales y así perder la referencia, y el disfrute, del sabor en origen.
En Argentina es enorme la
cantidad de licencias extranjeras, principalmente europeas, de marcas de
cervezas instaladas en los últimos 10 años para abastecer el mercado
sudamericano. Y en la mayoría de los casos, o en todos, cuando se importa desde
argentina la marca elaborada bajo licencia internacional, esta remplaza a la
importada originalmente.
Pero el camino de ida
se da desde 2012, de manera tibia, a modo de prueba Amstel comienza su
producción argentina, luego Miller deja de importarse para pasar a fabricarse
en aquí el país.
En 2014 la empresa que
importaba Corona deja de hacerlo por motivos internacionales de la marca, y
comienza la producción local de la mexicana Sol.
En 2015 llega Grolsch,
la única que hasta hoy continúa importando al menos en un formato Grolsch
original (Países Bajos).
Y finalmente, hasta
hoy, ya que esta historia continuará muy probablemente, aunque en Argentina nunca se sabe, en
estos últimos años la gran sorpresa fue la llegada de dos gigantes
extremadamente populares y elaborados hasta este momento casi exclusivamente en
origen. Corona (diciembre 2019) y Guinness (2021) En el medio, junto con Corona
se instaló también Goose Island (2020).
Pero los casos más
ejemplificadores son estos dos, Corona Y Guinness.
Corona reemplazo instantáneamente
los millones de litros de Corona importada, y lo más curioso, que el público o
no lo notó o no le importó, las ventas se mantuvieron como si nada hubiera
pasado. Popularmente se dice que la Corona es agua, y yo no estoy de acuerdo
con esta frase, pero de pensar así uno pasa de tomar agua mexicana a agua bonaerense.
Pero más allá de sutilezas o purismos, no se puede perder la clave del tema, es
la disponibilidad de un producto para el consumidor, que se ve no solo
restringido, ya que nunca más va a tener el producto original, salvo que viaje,
y además el producto “copia autorizada” o licencia, se vuelve poco competitivo,
se vuelve caro. Pasa a valer igual que el importado de origen. La pérdida de
disfrute para el consumidor es total.
Espero que continúen todas
las licencias, y que se instalen nuevas, pero que se importe y compitan.
Salud
SB *La cronología cervecera pertenece a un capítulo publicado en mi libro La Vida Bien Bebida. Lumiere 2019. Todos los derechos reservados.