sábado, 24 de febrero de 2018

El vino con soda y los argentinos



Yo le cambiaría el título a esta nota. No dudo de la estadística. Pero creo si tienen miedo a ser cuestionados, el argentino es un consumidor esnob, y si le pone hielo o soda lo hace en su casa o a escondidas. Por otro lado creo que hoy los vinos tintos de entre 100 y 200 pesos son intomables sin soda. Y para ponérsela prefiero el vino Toro. De 30/50 pesos. Y de esta crisis, el peor momento de la historia moderna del vino argentino, los únicos responsables, son los bodegueros, todos se encargaron de llevar la imagen del vino lo más alejada del pueblo posible. Pensando que podían vivir de la clase media alta. Con frases como, este vino de 150 pesos, es ideal para un vino de todos los días.. Que además y como decía, además de caro, se volvieron casi intomables.

https://www.cronista.com/negocios/Sin-temor-a-ser-cuestionados-la-mitad-de-los-argentinos-toma-vino-con-hielo-o-soda-20180221-0047.html

Sin temor a ser cuestionados, la mitad de los argentinos toma vino con hielo o soda

por  NURIA REBÓN

Las bodegas buscan "desdogmatizar" el momento de tomar vino y desmitificar creencias instaladas, como las que rezan que el vino se toma solo, sin mezclarlo, y que las mujeres y los jóvenes no los beben. Esos tres mitos, dicen, son falsos. Aducen que todo es válido; lo importante es tomar vino. Y trabajan para acercar el producto al consumidor, adaptándose a sus gustos y preferencias. La tendencia es consecuencia de que las bodegas vivieron en 2017 su año más bajo en consumo interno, como consecuencia de dos cosechas escasas, que hicieron disparar los precios al público con una caída en las ventas


Los argentinos amantes del vino suelen ser muy ortodoxos a la hora del descorche y de degustar una copa. Muchos suelen asombrarse o hasta disgustarse si alguien lo bebe en vaso o lo enfría con hielo. No admiten, al menos públicamente, salirse de las supuestas reglas de un buen bebedor.
Pero las bodegas vivieron en 2017 el peor año de su historia, al menos en lo que se refiere al consumo interno de vino, que cayó por segundo año y llegó al nivel más bajo que se recuerde, con 8,91 millones de hectolitros, como informó El Cronista el 31 de enero pasado. Ese triste récord fue consecuencia de dos cosechas escasas (en 2016 y 2017), que hicieron disparar los precios al público, en un contexto nada fácil, de pérdida de poder adquisitivo de la población y de un consumidor que mira y compara mucho los precios antes de comprar, más en un producto que no es considerado de "necesidad básica", aunque muchos así lo crean.
El año pasado, el consumo per cápita cayó a 20,3 litros en el país, frente a los 25 litros por persona de 2012 y los 36 de 2001. Por eso, las bodegas salieron a derribar mitos. Quieren que los argentinos beban vino, a su gusto y preferencia.
Por lo pronto, como dato alentador y pese a la caída, el 60% de la población mayor de 18 años toma vino en forma habitual.
"Hay mitos alrededor del consumo de vino que son falsos. Primero, se dice que el vino se toma solo. Es falso. Casi el 50% de los argentinos lo mezcla; primero con hielo, sino con soda. En tercer lugar con gaseosa y luego con jugo", explicó Guillermo Oliveto, fundador y CEO de la consultora W, que desde 2005 asesora a la industria vitivinícola, tras la creación ese año de la Coviar (Corporación Vitivinícola). "La gente toma el vino como quiere, más allá de los mandatos que puedan existir. Hay una búsqueda de un sabor más suave o con menor graduación alcohólica. El consumidor no tiene pruritos al respecto", explicó Oliveto.
El segundo mito: "Se dice que la mujer no toma vino. Error: el 40% lo bebe habitualmente. Y en tercer lugar se dice que los jóvenes no toman, porque eligen otras bebidas, como fernet o cerveza. Sí toman esas bebidas, pero también vino: el 40% lo hace", destacó Oliveto.
Tras muchos años en que crecieron las ventas de vinos de mayor precio, a expensas de los de menor gama, las bodegas apuntan a incentivar el consumo más masivo, desmitificando esos supuestos mandamientos.
"El sector quiere que el vino esté más cerca de la gente. Que cada uno lo tome como le parezca mejor, sin demasiado dogmatismo. Que quienes gustan de vinos de alta gama y beberlo de forma sofisticada lo hagan así, pero que eso no implique que para otros sea prohibitivo mezclarlo con agua o con lo que quieran. El vino debe seguir siendo un producto de consumo masivo, ganar frecuencia, cotidianeidad y ocasiones de consumo, sin reglas", destacó Oliveto. Y otro dato alentador: pese a todo, el 80% del consumo continúa siendo en la mesa familiar. Sigue arraigado en la cultura y tradición argentina.
Para acercarse al consumidor, no sólo apuntan a fomentar los diferentes tipos y ocasiones de consumo, sino también a innovar con productos, como lo hicieron con botellas de 1,5 y 1,25 litros; con los bag in box (por el momento, sin mucho éxito) o con tapas a rosca para blancos o rosados de calidad. "Se necesita mucha docencia y tiempo para que haya un cambio de hábitos y el consumidor sea más abierto a probar. Se cree que el argentino es conservador, pero, por ejemplo, se instaló muy bien el frizante como categoría, que antes no era visto como un vino", agregó Oliveto.
Ángel Leotta, presidente de la Coviar, destacó tres puntos a trabajar por el sector. "Primero, tenemos que adaptar el producto al consumidor; se sabe que muchos gustan de vinos más jóvenes, más frutados, con menos alcohol, más livianos. Y de ahí que el consumidor lo tome como quiera, como le gusta, con hielo, soda, agua, gaseosa o jugo. Lo importante es que tome vino", destacó.
"En segundo lugar, tenemos que innovar en el packaging, en los envases y formatos. Ya se lanzaron productos en bag in box, pero en el exterior hay muchos formatos novedosos, tenemos que innovar", dijo Leotta. Y también destacó la importancia de analizar cómo trabajar con la distribución y comercialización, ya que el precio al público del producto duplica al valor con el cual sale de la bodega. "Si desde la bodega sale a $ 30 la botella, al consumidor llega a $ 60 en góndola. Es algo para replantear", comentó Leotta.

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